Cuando leí por primera vez este salmo, pensaba que hablaba de un padre a una hija. La frase “la niña de tus ojos” me sonaba familiar, como algo que se le dice con cariño a una hija o sobrina.
Pero me llamó la atención que quien lo decía era David, un hombre. Entonces me puse a investigar… y descubrí algo que transformó mi manera de leer este versículo.
No se refiere a una niña, sino a la pupila del ojo.

La expresión “la niña de los ojos” es una forma poética de hablar de la pupila, esa parte tan pequeña, frágil y delicada del cuerpo humano.
Y lo más asombroso es cómo está protegida:
- Tiene párpados que se cierran de inmediato ante cualquier amenaza.
- Pestañas que filtran el polvo.
- Cejas que desvían el sudor.
- Huesos que la resguardan.
Todo alrededor de la pupila está diseñado para defenderla incluso de lo más mínimo: arena, luz intensa o un simple soplo de aire.
David no está hablando de una hija, ni de sí mismo como una niña. Sino pidiendo a Dios que lo cuide como se cuida la parte más frágil del cuerpo, está diciendo:
“Protégeme como lo más delicado y valioso”
Y lo más hermoso es que Dios sí lo hace.

En Zacarías 2:8 leemos:
“El que toca a mi pueblo, toca a la niña de mis ojos.”
Qué declaración tan poderosa. Dios no es indiferente a tu dolor, a tu angustia, a tu preocupación, a tus miedos. Nos cuida como algo valioso, frágil y amado cuando se lo pedimos.
Y me llama la atención aún más que David, siendo rey y guerrero, no tenga vergüenza de presentarse como la parte más frágil del cuerpo. Él entiende que no necesita mostrarse fuerte delante de Dios, sino dependiente, tierno, necesitado de amor y protección.
Pero quiero invitarte a mirar también cómo empieza este versículo. Antes de decir “cuídame como a la niña de tus ojos”, David dice: “Dame una muestra de tu gran amor…”
Y hoy podemos pedirle a Dios lo mismo!
Dame una muestra de que me amas.
Protégeme. Señor, muéstrame tu amor.
Cuídame como la niña de tus ojos.
Escóndeme bajo la sombra de tus alas.
Pero hay una clave para vivir bajo ese cuidado, y está al final del Salmo 17:
“Pero yo, en justicia, contemplaré tu rostro; me bastará con verte cuando despierte.”
Salmo 17:15
David termina diciendo que su mayor satisfacción es ver el rostro de Dios. Que cuando despierte, eso le basta. Eso lo llena.
Y ahí me sentí confrontada.
Porque cuando yo despierto… muchas veces, mejor dicho la mayoría de las veces, lo primero que hago es agarrar el celular.
Veo los mensajes, las noticias, las redes. Y mi mente se llena de pendientes, preocupaciones, tareas por hacer, gente a la que responder.
Pero le pido a Dios todos los días —y te invito a que lo hagas conmigo— que podamos romper ese hábito.
Que hagamos como David: que lo primero que hagamos al despertar sea contemplar a Dios.
Que no sea el teléfono lo primero que vean nuestros ojos, sino el rostro de Dios.
Que no sean las noticias lo primero que alimente nuestra alma, sino la voz de nuestro Padre.
Porque cuando despertamos y lo vemos a Él, nos sentimos satisfechos. Y esa paz nos acompañara el resto del día.

Flay Bee with JEsus


Leave a comment